viernes, 4 de mayo de 2007

sectas - mujer y teología india

Ya estamos a pocos días para que la Iglesia en América Latina tenga la oportunidad de renovar su energía para cumplir la misión de vivir la fe com discípulos y misioneros del Señor.

La reunión de los Obispos del Continente de la Esperanza, es tan importante que incluso el Papa Benedicto XVI ha querido participar de ella, al inaugurarla.
las sectas, el rol de la mujer, la teología india; son algunas preguntas, urgentes de respuestas claras, y que ocuparán el centro de la atención de los obispos reunios en Aparecida - Brasil.
Ha quedado atrás la Teología de la Liberación, que dejó de ser "Teología" y dejó de ser "Liberadora" cuando propios y extraños a la Iglesia Católica, iniciaron a manipularla y politizarla para justificar la mediocridad en la opción por el Evangelio de Jesucristo; la pobreza se la ha querido confundir con la miseria; ser pobre es un don, ser miserable es fruto del pecado social en el que nos hemos envuelto.

Continuemos con la campaña de oración por la Conferencia General del Episcopado Latinoamricano y del Caribe; para que el Espírtu Santo hable y sea escuchado.

3 comentarios:

Daniel Mercado dijo...

La Teología de la liberación tiene luces y sombras, es injusto quedarse sólo con sus sombras. Negar su papel, para que la vivencia de la fe no se separe de la interpelación que nos hace una realidad injusta, es su herencia incuestionable y valiosa.
Creo que se pierde demasiado tiempo en inútiles y falsos enfrentamientos, cuando lo que hace falta es enriquecernos, hacer red y actuar con toda la fuerza para que la experiencia de Cristo trascienda alcance y libere a más gente.

Anónimo dijo...

(Frente a un pasquin retrogrado aqui va un escrito de un teólogo de la liberación para abrir los ojos de algunos ciegos que todavía viven fuera de la realidad latinoamericana.)

Los pobres, la Iglesia y la Teología

Una pregunta ingenua

Hace algunos años un seminarista alemán que estudiaba un semestre
de teología en la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba, me preguntó en clase por qué la teología de la liberación no había nacido en Alemania, donde había excelentes facultades de teología, muy buenos profesores y óptimas bibliotecas. Le respondí que, sencillamente, porque allí no había pobres..
No es casual que Juan XXIII, de origen campesino y pobre y que
había pasado la mayor parte de su vida en naciones pobres del Este
europeo, dijera un mes antes de la inauguración del Vaticano II que la
Iglesia tenía que ser de todos, pero especialmente tenía que ser la Iglesia de los pobres.
El Cardenal Lercaro tuvo en el Concilio una célebre intervención
donde afirmó que el tema de los pobres no era una cuestión simplemente moral sino estrictamente cristológica y que siempre que la Iglesia se había apartado de los pobres se había apartado del evangelio y, por el
contrario, toda conversión de la Iglesia al evangelio siempre pasaba por una vuelta a los pobres.
A pesar de las palabras de Juan XXIII y de las de Lercaro, el
Vaticano II no hizo de los pobres un tema central, aunque en algún
texto hace mención del Cristo pobre y de que la Iglesia debe seguir sus pasos (LG 8) y de que los gozos y esperanzas, angustias y tristezas de los pobres, deben serlo también de la Iglesia (GS 1).
Es sabido que la mayoría de obispos y de teólogos que jugaron
un papel decisivo en la marcha del Vaticano II eran centroeuropeos,
sin especial sensibilidad al tema de los pobres. Los mismos obispos de 54 ·
América latina, fuera de algunas iniciativas y propuestas roféticas de Helder Cámara y de Larraín, tampoco eran muy conscientes de la grave situación de pobreza de la sociedad latinoamericana y su influjo en el Concilio no fue importante (fueron llamados la Iglesia del silencio) .
Pero el Vaticano II, por toda su orientación hacia los signos de
los tiempos abrió el camino para que se pudiera avanzar hacia la Iglesia de los pobres. Sin el Vaticano II no hubiera sido posible el actual caminar
de la Iglesia latinoamericana.

El caminar de la Iglesia latinoamericana

No es casual que fuera en Medellín (1968) y luego en Puebla (1979) donde la Iglesia latinoamericana, consciente de la pobreza injusta
del continente, «recibiera» el Vaticano II releyéndolo desde la perspectiva de los pobres, escuchase su clamor, denunciase las estructuras injustas, que calificó de estructuras de pecado y propusiese la opción preferencial por los pobres, al mismo tiempo que señalaba su potencial evangelizador. Desde Medellín la Iglesia latinoamericana comenzó a caminar de forma original y creyó que desde su misma pobreza podía
aportar a la lectura y recepción del Vaticano II.
En este contexto nace la teología de la liberación, que no es ya
mero reflejo de la teología europea dominante hasta entonces, sino un aporte propio y original de América latina a la Iglesia universal, precisamente desde la óptica de los pobres.

Los pobres como lugar teológico

Toda teología brota de una experiencia espiritual previa y la latinoamericana nace de la experiencia del misterio de Cristo presente en los pobres. Sin esta experiencia espiritual no se puede comprender la teología de la liberación.
Los pobres no son solamente objeto de compasión y de asistencialismo,
ni sólo víctimas del pecado estructural que exigen justicia,
son algo más, son un punto focal básico para la teología, pues a ellos han sido revelados de forma especial los misterios del Reino, ocultos a los sabios y prudentes de este mundo (Lc 10, 21). Por esto, como el Siervo de Yahvé, emiten una luz especial para comprender el proyecto de Dios, aunque sea desde el reverso de la historia. Los pobres no son sólo objeto de la ética social sino lugar hermenéutico y teológico de la fe, punto focal para la estructuración de toda la teología. En América latina se comienza a hablar de los pobres como un lugar teológico privilegiado para desde ellos leer la Palabra de Dios y la misma tradición de la Iglesia. No se trata de sustituir el lugar eclesial de la fe por los pobres, sino de hacer de éstos un lugar hermenéutico y social para leer
la revelación de la Escritura y de la Tradición eclesial.

Leyendo la Escritura desde los pobres

Desde la perspectiva de los pobres se pueden releer las Escrituras
y comprender que el acontecimiento del Éxodo fue inseparable de un
problema social, político e incluso laboral, aunque su liberación del poder egipcio se orientase a la Alianza con Yahvé. El clamor del pueblo llega a Yahvé quien llama a Moisés para liberar al pueblo. Yahvé quiere un pueblo libre y desea que Israel se estructure como sociedad alternativa a la sociedad explotadora de Egipto. No se puede deshistorizar el acontecimiento del Éxodo. El Éxodo fue el acontecimiento fundante de Israel, la experiencia vital, que cada año recordará en la celebración de la Pascua.
Y cuando Israel en tiempo de la monarquía se olvide del Éxodo
y caiga en idolatría y en clasismo social interno, la voz de los profetas se alzará pidiendo volver al Éxodo y practicar el derecho y justicia. Éstos anuncian que de la raíz de David nacerá un vástago ungido por el Espíritu, un Mesías, que practicará el derecho y la justicia con los pobres. Los ídolos son dioses de muerte, mientras Yahvé es el Dios de
la vida. El exilio será un tiempo de conversión, purificación y profundización espiritual y el resto de Israel, los anawim, los pobres de Yahvé,serán la raíz de la que brotará el futuro Mesías.
Sería necesario recorrer todo el Nuevo Testamento para mostrar
que esta perspectiva del Antiguo no sólo no desaparece sino que se
confirma y profundiza. La encarnación de Jesús es kenótica, pobre y en medio de los pobres, de Belén a Nazaret y de allí a Jerusalén. El Magnificat de María es una proclamación de esta opción de Dios por los pobres, el anuncio del nacimiento de Jesús se hace prioritariamente a los pastores que eran los excluidos de aquella sociedad, la proclamación
programática de Jesús en Nazaret asumiendo Isaías 61, se centra en
liberación de los pobres y anuncio del evangelio a ellos. Es el Espíritu el que unge a Jesús para esta misión. Toda la vida pública del Señor es una continua dedicación a los pobres y excluidos de aquel tiempo, con
los que come, a los que sana, alimenta, perdona, llama bienaventurados y constituye jueces últimos del tribunal escatológico de la historia en la parábola del juicio final. El Reino que Jesús anuncia es un Reino de Los pobres, la Iglesia y la teología vida plena y eterna, abierto a todos, pero que comienza con salvar de la muerte a los que tienen la vida amenazada. La muerte de Jesús es inseparable de su opción por los pobres y su crítica a los responsables de una religión meramente exterior y no solidaria con los pobres. Las
parábolas, como la del buen samaritano cuyas entrañas se enternecen ante el herido del camino, manifiestan claramente el proyecto de Dios y las entrañas de misericordia del Padre. Realmente Jesús, ungido por el Espíritu, pasó por el mundo haciendo el bien a todos los que padecían cualquier tipo de opresión.
La historia de la Iglesia, como ha demostrado Benedicto XVI en Dios es amor, es una continua diakonía y servicio a los pobres, desde los Padres de la Iglesia, el monacato, mendicantes, vida religiosa moderna,laicos comprometidos,hasta la Doctrina social de la Iglesia. Pero no es suficiente esta afirmación, sino que hay que completarla diciendo que tanto los Padres, como teólogos y espirituales medievales veían en
los pobres a sus maestros, verdaderos vicarios de Cristo, fuente de luz y de inspiración espiritual y teológica.
Es lógico que desde América latina, cuando la sociología y la economía han demostrado que la pobreza no es casual, ni fruto del azar y menos aún un castigo divino, la teología buscase en los pobres el punto focal para comprender el mensaje cristiano. Este enfoque no niega otros enfoques posibles, ni se quiere absolutizar, pero sí privilegiar y
reivindicar como legítimo ya que es profundamente evangélico y puede
aportar luz a toda la Iglesia y a una humanidad que está constituida
mayoritariamente por pobres.
Desde aquí se comprende mejor que el proyecto de Dios, simbolizado
en el banquete Reino, sea ante todo comunidad, koinonía y que a este banquete sean invitados prioritariamente los que la sociedad excluye. Es coherente que la expresión de Ireneo «la gloria de Dios es que el hombre viva» haya sido traducida por Mons Romero «la gloria de Dios es que el pobre viva» y que el mismo Romero defina el pecado como «aquello que mató al Hijo de Dios y mata a los hijos de Dios».
No se niega con ello que Reino sea filiación y que la plenitud de la vida sea participación de la vida trinitaria divina y visión de Dios, pero en un mundo donde la gente muere antes de tiempo, pasa hambre, no tiene trabajo, no tiene escuelas, ni salud, ni techo, ha de emigrar al exterior... el Reino de Dios debe comenzar desde abajo, defendiendo la vida concreta y material, una vida humana y digna, que es la primera mediación
del Reino.
Por esto Jesús, antes de onstituir el Pueblo de Dios con un sentido teológico y litúrgico (el laós) se preocupa de atender al pueblo,
pobre, ignorante, hambriento, enfermo, pecador público, excluido y mal visto por sus dirigentes (el óchlos). Antes de anunciar el Pan de vida, da de comer al pueblo hambriento. Mientras la teología europea y la oficial se han sentido mucho más preocupadas del laós que del óchlos,la de América latina cree que sólo se podrá llegar a formar el Pueblo de Dios si se parte de atender al pueblo pobre, y que este pueblo pobre y despreciado, objeto de la benevolencia divina, ilumina extraordinariamente el sentido de la fe, del evangelio, de la Iglesia y por tanto es un lugar teológico privilegiado. Nadie queda excluido del evangelio ni de la salvación, pero siempre habrá que tener en cuenta la prioridad teológica de los pobres. Esta prioridad no se funda en la santidad de los pobres,sino en la benevolente voluntad salvífica del Padre.
No se niega la gratuidad de la salvación, ni la necesidad de la
oración y la liturgia, ni que la plenitud del Reino sea escatológica, ni se reduce a Jesús a un simple revolucionario social, ni se niega que Jesús nos redime y salva de nuestros pecados con su muerte y resurrección,ni la teología se convierte en sociología, ni la fe en mera praxis social.Lo que se afirma es que sin esta referencia a los pobres, ni la fe, ni el evangelio de Jesús, ni la Iglesia pueden ser plenamente comprendidos ni vividos. Ya los profetas afirmaban que practicar la justicia es conocer a Dios. Por esto la salvación implica liberación histórica, el Mysterium salutis ha de ser Mysterium liberationis, la Iglesia es sacramento histórico
de liberación y debe convertirse continuamente al Reino de Dios.
Desde aquí se comprende la expresión de que fuera de los pobres no hay salvación.
Y creemos que toda esta dimensión es válida no sólo para las
Iglesias pobres del Tercer mundo sino para la Iglesia universal. Por esto Juan Pablo II retomó el tema de la Iglesia de los pobres en su encíclica sobre el trabajo Laboren exercens (n. 8) y en su carta apostólica Ante el tercer milenio afirmó la necesidad de la opción por los pobres para la
Iglesia universal (n. 51), recordando que Jesús vino a evangelizar a los pobres (Mt 11, 5; Lc 7, 22).

Una teología conflictiva

La sociedad del Neoliberalismo capitalista evidentemente se siente
criticada y amenazada por esta visión liberadora del cristianismo y la acusa de marxista; por eso los asesores de los presidentes de USA en sus Documentos de Santa Fe, les aconsejan luchar contra esta teología que ataca sus intereses imperialistas. Por esto esta orientación eclesial y teológica ha sido conflictiva y ha generado numerosísimos mártires en toda América, desde obispos (como Romero) y teólogos (como Ellacuría), a religiosos y religiosas, sacerdotes,catequistas y gente del pueblo más humilde, mujeres, niños, indígenas y ancianos. Estamos ante una Iglesia martirial, como la de los primeros siglos de la historia de la Iglesia.
Pero esta teología también ha sido y es conflictiva para sectores
de la misma Iglesia, cuyo magisterio oficial publicó dos instrucciones en 1984 y 1986 sobre la teología de la liberación, alertando de sus peligros.
Comprendemos que no es fácil para otras Iglesias, las del Primer
mundo y concretamente la romana, interpretar adecuadamente esta
orientación y que la encuentren sospechosa, peligrosa, con connotaciones materialistas y marxistas.
No es nuevo en la historia de la Iglesia el constatar que todo cambio innovador de paradigma teológico produce resistencias, sospechas e incluso condenas de parte de la institución eclesial. Así sucedió con Tomás de Aquino, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Rosmini, Angello Roncalli futuro Juan XXIII, Rahner, Congar, Daniélou, De Lubac... También las separaciones de la Iglesia de Oriente y de la Iglesia de la
Reforma se debieron en gran parte a falta de compresión y de diálogo
teológico. No puede ahora extrañarnos que la teología de la liberación suscite miedos y sospechas. Es lógico.

Legitimidad de un pluralismo teológico

La Iglesia latinoamericana posee ya un largo caminar propio que
debe ser reconocido y respetado por la Iglesia universal, sin que se le obligue a seguir otros rumbos. Todavía nos cuesta admitir la reafirmación de las Iglesias locales dentro de la católica, siendo así que fue uno de los logros teológicos y eclesiológicos más importantes del Vaticano II.
Yendo más al fondo, detrás de este pluralismo de teologías y de
eclesiologías se esconde algo más profundo: el Misterio absoluto, inefable,indecible, incomprehensible, infinito, de Dios. Ninguna teología,ningún dogma puede expresarlo de forma perfecta y adecuada, pues el
Misterio trasciende toda formulación lógica. Por esto los concilios y el mismo Tomás de Aquino afirman que es mucho más lo que desconocemos que lo que conocemos de Dios. Esto nos exige una postura de silencio, modestia y respeto ante el Misterio y una gran capacidad para abrirnos y acoger todas las nuevas aproximaciones, siempre inadecuadas
y pobres, al Misterio absoluto de Dios.
Por esto no es extraño que teólogos clarividentes de nuestro
tiempo, como Rahner y Congar, poco antes de morir, escribiesen cartas
defendiendo la teología de la liberación y a su promotor, Gustavo
Gutiérrez, diciendo que debían ser respetados estos intentos teológicos,aun reconociendo que eran diversos de los suyos. Y también en esta misma línea, es significativa la afirmación del gran biblista francés X.Léon Dufour, quien luego de una prolongada estancia en Perú, reconoció que recién había reconocido que los pobres ocupan un lugar central en la Biblia.
Existe siempre el riesgo de considerar que la teología de un sector de la Iglesia es la única segura y válida para la Iglesia universal, olvidando que en la historia de la Iglesia ha habido diversas teologías locales
plenamente aceptadas, en el norte de África, Alejandría, Antioquia,
Jerusalén, Milán, Galias, Hispania... Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo coexisten diversas teologías. Los cuatros evangelios nos presentan diversas imágenes de Jesús y no se puede acusar a los sinópticos de negar la divinidad de Jesús por no hablar de la preexistencia
del Verbo como hace Juan en su prólogo. También hay diversas
eclesiologías en el Nuevo Testamento, sin que se pueda absolutizar una (por ejemplo la de las Pastorales) como la única legítima.
Esto nos lleva a reafirmar la legitimidad de la configuración de
las diversas Iglesias locales dentro de la Iglesia católica, siempre que mantengan el vínculo de la fe y de la comunión eclesial con el obispo de Roma. Desde este punto de vista es legítima la configuración de la Iglesia latinoamericana con su historia, su tradición, su teología, su espiritualidad,sus opciones pastorales, sus estructuras eclesiales propias, su
inculturación, sus santos y sus mártires.
Hay teologías, como la latinoamericana, que sólo se comprenden desde la experiencia directa del contexto del cual han surgido. El célebre misionero y teólogo del Perú, el jesuita P. José de Acosta, autor del
famoso libro De procuranda Indorum salute, escribió que los teólogos
de España cuando juzgan de las cosas y de la teología de las Indias son como los médicos que sin ver al enfermo, pretenden diagnosticarlo desde lejos, mientras que los teólogos de las Indias, son como los médicos
que están cerca de los enfermos, los auscultan y conocen y pueden
diagnosticar certeramente.
Lo mismo puede decirse hoy de los que juzgan desde lejos la
teología de la liberación.
Habría que actualizar la advertencia de Gamaliel al sanedrín cuando perseguían a los apóstoles: déjenlos, si es obra puramente humana fracasará, pero si es de Dios no conseguirán destruirlos (Hch 5, 38-39).
Después de algunos años de la pregunta de aquel seminarista
alemán sobre la teología de la liberación, me interrogo si llegó a comprender realmente mi respuesta...

Víctor CODINA sj
Cochabamba, Bolivia

Leonidas del Campo dijo...

amigo anonimo, la reflexion del P. Victor Codina sj es buena, y refleja lo que se vivia en ese momento.
aver si tu no te escudas en "otros escritos" y empienzas a reflexionar tu mismo