La diferencia es la fuerza de la palabra; en estos días estamos asistiendo a un intento de que los cristianos católicos tomen conciencia del rol como ciudadanos católicos en la vida pública, ya que la fe no puede ser relegada sólo a las sacristías.
No es lo mismo decir que la Iglesia desea ser tomada en cuenta en la Constituyente, a decir que los católicos sean tomados en cuenta en la Constituyente.
La fuerza de la palabra muchas veces es ignorada, el concepto “iglesia” muchas veces es manipulado para hacer ver la parte como el todo, no es lo mismo que hable un cura, un obispo, un catequista, un padre de familia…. todos son parte de la Iglesia, pero la misma palabra se muestra etérea; y al fin de cuentas ya hemos visto que cualquier hijo o hija de vecina habla en nombre de la Iglesia. Así mismo un comunicado de la Conferencia Episcopal podría parecer muy lejano al cristiano católico de a pie.
Sin embargo, en una campaña mediática como la que han iniciado los responsables de la Comunidad Católica, sería muchísimo más efectivo hablar de “LOS CATÓLICOS” porque esta palabra o este concepto engloba a todos y crea una inmediata identificación con la comunidad de pertenencia; la fuerza de esta palabra podría corregir el imaginario colectivo de que Iglesia es igual a jerarquía eclesiástica.
Y si de la fuerza de la palabra se trata. Recientemente un titular de la prensa traía escrito lo siguiente: “Iglesia pide a la Constituyente condenar el aborto y los matrimonios homosexuales”; no es lo mismo el efecto de la misma información bajo el título “Iglesia pide a la Constituyente defender la vida y la familia”.
Corresponde pues, a los católicos ser fermento en medio del “mas”… mejor dicho “ser fermento en medio de la masa”
