jueves, 25 de enero de 2007

Divorcio entre fe y vida

Muchas veces nuestra vida está marcada por la etiquetas con la que crecemos y nos educan, lo bueno opuesto a lo malo, lo blanco opuesto a lo negro, el rico al pobre, el citadino al campesino... y así la lista podría ser interminable.

En nuestra patria boliviana, donde los antagonismo se marcan más, recordemos que no todo lo opuesto está destinado a la confrontación, si antes ser camba o se coya era un pecado, no significa que voltenado la torta vamos a encontrar la armonía y el bienestar de nuestra sociedad.


Sobre todo los que profesamos la religión que nos hace rezar el Padre Nuestro, al repetir esta oración estamos afirmando que somos familia. La gran tristeza de nuestra vida es que aquello que vivimos a diario no es coherente con nuestra fe: fe y vida que se oponen una vez más.
En la vida de fe – y esto es en la vida de cada día – tenemos la oportunidad de encontrar gente (hermanos o hermanas) que no son igual que nosotros, pero no hay porqué ponerles etiquetas y mucho menos creerono más ni menos que ellos.

superar nuestros complejos de inferioridad o/y superioridad, se concretiza en la tolerancia y el respeto. Si bien nuestro país necesita cambios, no podemos justificar la trillada frase de “hacer la guerra en nombre de la paz”, los cambios necesarios en nuestro país, no pasan por una guerra de clases, ni por la imposición de un ideología con discursos que llevan a la confrontación entre buenos y malos. ¿Quién puede decir este es bueno y este es malo?

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